Más allá de los gestos, de las miradas que delatan quienes somos, cómo nos encontramos y qué intenciones tenemos, la escritura se observa como la herramienta más infalible, pues es en ella donde se refugia y expresa lo más profundo del ser.
Tanto es así, que refleja (no diagnostica en sentido estricto) incluso enfermedades: dolencias del aparato digestivo, trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia, conductas adictivas como el alcoholismo, síntomas de deterioro del sistema nervioso y daño neurológico, entre otras. «En Estados Unidos han perfeccionado mucho esta especialización. La grafología puede ser un elemento importante para detectar enfermedades o estados patológicos», dice María Teresa Graells, profesora de Global Human Capital Group (http://www.ghcg.es/index.php?option=com_content&view=article&id=356&Itemid=162&lang=es).
Dirección, forma, inclinación, orden, presión, situación, velocidad... «Cada signo gráfico nos revela una información», añade Graells.
Manuel J. Moreno, presidente del Instituto de Grafología Analítica y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, destaca que «hay signos grafológicos que tradicionalmente se han relacionado con determinadas dolencias, como el asma o los problemas cardiopáticos. La escritura en estos casos suele ser lo que denominamos ‘‘innecesariamente puntuada'', esto es, unas comas o signos de puntuación que no vienen a cuento pero que responden a una necesidad de apoyo o a una señal de fatiga. También se ven alteradas la tensión y el ritmo escritural». Unos rasgos denominados por los expertos «arritmias gráficas».
En cuanto al daño neurológico que se produce en enfermedades como el párkinson, Manuel J. Moreno matiza que «uno de los síntomas es la microescritura, la letra es más pequeña y se vuelve mucho más torpe». El experto explica que en líneas generales, «cuando un individuo está enfermo y la dolencia le está debilitando, la presión con la que escribe se resiente, el trazado suele ser más flojo y pueden aparecer temblores».
Psicosomáticas
Por su parte, Alberto Martínez, director de Formación Grafología (www.formaciongrafologia.com/cursos), considera que «existen muchas enfermedades psicosomáticas y muchas de ellas tienen reflejo en la grafía». Un ejemplo de cómo se plasma una escritura en un trastorno es la bulimia.
«Si el afectado padece este problema desde hace mucho tiempo, y alguna zona del cuerpo se ha visto resentida, como puede ser el esófago o la faringe, esto queda patente en el papel. Aunque nunca será sinónimo de diagnóstico», resalta el experto. Algo en lo que coincide Moreno: «Expresan las razones psicológicas que están detrás de la anorexia o la bulimia, pero no es una certeza absoluta».
Uno de los puntos fuertes de esta técnica proyectiva se centra en los más pequeños. Martínez destaca que tiene grandes aplicaciones, ya que «si al poco tiempo que suelen tener los padres se suma que a los adolescentes les cuesta comunicarse, tenemos clara la necesidad de esta herramienta no invasiva para enterarnos de qué está pasando. Y estas situaciones quedan reflejadas no sólo en su escritura, sino que cuando se trata de niños también podemos analizar sus dibujos, lo que permite orientar sobre el posible origen del problema. Es un auxilio impresionante». También resulta de utilidad para aquellos que presentan un cuadro de Asperger o síntomas autistas. «De hecho, hemos tenido alumnos Asperger con nosotros», apunta el director de Formación Grafológica.
Teresa Graells añade que «para los niños y jóvenes también se utiliza la llamada grafoterapia en su etapa escolar para obtener mejor rendimiento de su atención, comprensión verbal, tenacidad y comunicación».
Asimismo, es un punto de apoyo importante en los trastornos límite de la personalidad, ya que se pueden detectar problemas gracias a la caligrafía. «Se ve si la persona tiene dificultades con algún progenitor o una tendencia a la impulsividad en ciertas áreas. Ayuda a plantear hipótesis sobre las que trabajara psicólogos y terapéutas», comenta Alberto Martínez.
La firma
Muchos se preguntan si cambiar la firma, o simplemente si se «deforma» nuestra caligrafía, puede tener algún significado. Los especialistas aclaran, en primer lugar, que hay que distinguir la firma de la escritura de un texto. La primera «es una pequeña biografía de cómo somos realmente, y en el texto lo que se detecta es cómo nos comportamos frente a quienes nos rodean».
Una vez aclarado esto, concluyen que tampoco existe una letra mejor ni peor a la hora de analizarla. No obstante, «la natural es la más óptima. De hecho, la ideal no es la que se escribe detenidamente y de forma cuidada. Así se enmascara, tiene poco valor. Es un error hacer esto porque el objetivo del análisis grafológico es ver la expresividad del indivudo», añade Manuel J. Moreno.
José BretónEscritura característica de un sujeto cuyo perfil actitudinal está en relación con el control de la emotividad. Gestiona sus emociones ejerciendo autodominio a través de una notable racionalidad. Se advierte frialdad. No está afectado (o no lo manifiesta gráficamente), no muestra signos escriturales de hallarse conmovido, emocionado, pudiendo hablarse por tanto de discrepancia (disonancia cognitiva) entre lo que dice y el cómo lo dice; es decir, entre su lenguaje gráfico gestual, no verbal o grafológico y el discurso manifiesto de su escrito. La doble barra de la «t» puede sugerir un perfil concienzudo respecto a sus acciones, constancia y determinación. No cede a las presiones con facilidad. Su mente procesa información de manera pausada. Precisa planificar, ejercer control en sus actos –margen derecho amplio y regular en el contexto de una escritura de inclinación vertical y aireada–. Sabe manejar los tiempos a su conveniencia.
Fuente: La Razón.es
Más allá de los gestos, de las miradas que delatan quienes somos, cómo nos encontramos y qué intenciones tenemos, la escritura se observa como la herramienta más infalible, pues es en ella donde se refugia y expresa lo más profundo del ser.
Tanto es así, que refleja (no diagnostica en sentido estricto) incluso enfermedades: dolencias del aparato digestivo, trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia, conductas adictivas como el alcoholismo, síntomas de deterioro del sistema nervioso y daño neurológico, entre otras. «En Estados Unidos han perfeccionado mucho esta especialización. La grafología puede ser un elemento importante para detectar enfermedades o estados patológicos», dice María Teresa Graells, profesora de Global Human Capital Group (http://www.ghcg.es/index.php?option=com_content&view=article&id=356&Itemid=162&lang=es).
Dirección, forma, inclinación, orden, presión, situación, velocidad... «Cada signo gráfico nos revela una información», añade Graells.
Manuel J. Moreno, presidente del Instituto de Grafología Analítica y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, destaca que «hay signos grafológicos que tradicionalmente se han relacionado con determinadas dolencias, como el asma o los problemas cardiopáticos. La escritura en estos casos suele ser lo que denominamos ‘‘innecesariamente puntuada'', esto es, unas comas o signos de puntuación que no vienen a cuento pero que responden a una necesidad de apoyo o a una señal de fatiga. También se ven alteradas la tensión y el ritmo escritural». Unos rasgos denominados por los expertos «arritmias gráficas».
En cuanto al daño neurológico que se produce en enfermedades como el párkinson, Manuel J. Moreno matiza que «uno de los síntomas es la microescritura, la letra es más pequeña y se vuelve mucho más torpe». El experto explica que en líneas generales, «cuando un individuo está enfermo y la dolencia le está debilitando, la presión con la que escribe se resiente, el trazado suele ser más flojo y pueden aparecer temblores».
Psicosomáticas
Por su parte, Alberto Martínez, director de Formación Grafología (www.formaciongrafologia.com/cursos), considera que «existen muchas enfermedades psicosomáticas y muchas de ellas tienen reflejo en la grafía». Un ejemplo de cómo se plasma una escritura en un trastorno es la bulimia.
«Si el afectado padece este problema desde hace mucho tiempo, y alguna zona del cuerpo se ha visto resentida, como puede ser el esófago o la faringe, esto queda patente en el papel. Aunque nunca será sinónimo de diagnóstico», resalta el experto. Algo en lo que coincide Moreno: «Expresan las razones psicológicas que están detrás de la anorexia o la bulimia, pero no es una certeza absoluta».
Uno de los puntos fuertes de esta técnica proyectiva se centra en los más pequeños. Martínez destaca que tiene grandes aplicaciones, ya que «si al poco tiempo que suelen tener los padres se suma que a los adolescentes les cuesta comunicarse, tenemos clara la necesidad de esta herramienta no invasiva para enterarnos de qué está pasando. Y estas situaciones quedan reflejadas no sólo en su escritura, sino que cuando se trata de niños también podemos analizar sus dibujos, lo que permite orientar sobre el posible origen del problema. Es un auxilio impresionante». También resulta de utilidad para aquellos que presentan un cuadro de Asperger o síntomas autistas. «De hecho, hemos tenido alumnos Asperger con nosotros», apunta el director de Formación Grafológica.
Teresa Graells añade que «para los niños y jóvenes también se utiliza la llamada grafoterapia en su etapa escolar para obtener mejor rendimiento de su atención, comprensión verbal, tenacidad y comunicación».
Asimismo, es un punto de apoyo importante en los trastornos límite de la personalidad, ya que se pueden detectar problemas gracias a la caligrafía. «Se ve si la persona tiene dificultades con algún progenitor o una tendencia a la impulsividad en ciertas áreas. Ayuda a plantear hipótesis sobre las que trabajara psicólogos y terapéutas», comenta Alberto Martínez.
La firma
Muchos se preguntan si cambiar la firma, o simplemente si se «deforma» nuestra caligrafía, puede tener algún significado. Los especialistas aclaran, en primer lugar, que hay que distinguir la firma de la escritura de un texto. La primera «es una pequeña biografía de cómo somos realmente, y en el texto lo que se detecta es cómo nos comportamos frente a quienes nos rodean».
Una vez aclarado esto, concluyen que tampoco existe una letra mejor ni peor a la hora de analizarla. No obstante, «la natural es la más óptima. De hecho, la ideal no es la que se escribe detenidamente y de forma cuidada. Así se enmascara, tiene poco valor. Es un error hacer esto porque el objetivo del análisis grafológico es ver la expresividad del indivudo», añade Manuel J. Moreno.
José BretónEscritura característica de un sujeto cuyo perfil actitudinal está en relación con el control de la emotividad. Gestiona sus emociones ejerciendo autodominio a través de una notable racionalidad. Se advierte frialdad. No está afectado (o no lo manifiesta gráficamente), no muestra signos escriturales de hallarse conmovido, emocionado, pudiendo hablarse por tanto de discrepancia (disonancia cognitiva) entre lo que dice y el cómo lo dice; es decir, entre su lenguaje gráfico gestual, no verbal o grafológico y el discurso manifiesto de su escrito. La doble barra de la «t» puede sugerir un perfil concienzudo respecto a sus acciones, constancia y determinación. No cede a las presiones con facilidad. Su mente procesa información de manera pausada. Precisa planificar, ejercer control en sus actos –margen derecho amplio y regular en el contexto de una escritura de inclinación vertical y aireada–. Sabe manejar los tiempos a su conveniencia.
Tanto es así, que refleja (no diagnostica en sentido estricto) incluso enfermedades: dolencias del aparato digestivo, trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia, conductas adictivas como el alcoholismo, síntomas de deterioro del sistema nervioso y daño neurológico, entre otras. «En Estados Unidos han perfeccionado mucho esta especialización. La grafología puede ser un elemento importante para detectar enfermedades o estados patológicos», dice María Teresa Graells, profesora de Global Human Capital Group (http://www.ghcg.es/index.php?option=com_content&view=article&id=356&Itemid=162&lang=es).
Dirección, forma, inclinación, orden, presión, situación, velocidad... «Cada signo gráfico nos revela una información», añade Graells.
Manuel J. Moreno, presidente del Instituto de Grafología Analítica y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, destaca que «hay signos grafológicos que tradicionalmente se han relacionado con determinadas dolencias, como el asma o los problemas cardiopáticos. La escritura en estos casos suele ser lo que denominamos ‘‘innecesariamente puntuada'', esto es, unas comas o signos de puntuación que no vienen a cuento pero que responden a una necesidad de apoyo o a una señal de fatiga. También se ven alteradas la tensión y el ritmo escritural». Unos rasgos denominados por los expertos «arritmias gráficas».
En cuanto al daño neurológico que se produce en enfermedades como el párkinson, Manuel J. Moreno matiza que «uno de los síntomas es la microescritura, la letra es más pequeña y se vuelve mucho más torpe». El experto explica que en líneas generales, «cuando un individuo está enfermo y la dolencia le está debilitando, la presión con la que escribe se resiente, el trazado suele ser más flojo y pueden aparecer temblores».
Psicosomáticas
Por su parte, Alberto Martínez, director de Formación Grafología (www.formaciongrafologia.com/cursos), considera que «existen muchas enfermedades psicosomáticas y muchas de ellas tienen reflejo en la grafía». Un ejemplo de cómo se plasma una escritura en un trastorno es la bulimia.
«Si el afectado padece este problema desde hace mucho tiempo, y alguna zona del cuerpo se ha visto resentida, como puede ser el esófago o la faringe, esto queda patente en el papel. Aunque nunca será sinónimo de diagnóstico», resalta el experto. Algo en lo que coincide Moreno: «Expresan las razones psicológicas que están detrás de la anorexia o la bulimia, pero no es una certeza absoluta».
Uno de los puntos fuertes de esta técnica proyectiva se centra en los más pequeños. Martínez destaca que tiene grandes aplicaciones, ya que «si al poco tiempo que suelen tener los padres se suma que a los adolescentes les cuesta comunicarse, tenemos clara la necesidad de esta herramienta no invasiva para enterarnos de qué está pasando. Y estas situaciones quedan reflejadas no sólo en su escritura, sino que cuando se trata de niños también podemos analizar sus dibujos, lo que permite orientar sobre el posible origen del problema. Es un auxilio impresionante». También resulta de utilidad para aquellos que presentan un cuadro de Asperger o síntomas autistas. «De hecho, hemos tenido alumnos Asperger con nosotros», apunta el director de Formación Grafológica.
Teresa Graells añade que «para los niños y jóvenes también se utiliza la llamada grafoterapia en su etapa escolar para obtener mejor rendimiento de su atención, comprensión verbal, tenacidad y comunicación».
Asimismo, es un punto de apoyo importante en los trastornos límite de la personalidad, ya que se pueden detectar problemas gracias a la caligrafía. «Se ve si la persona tiene dificultades con algún progenitor o una tendencia a la impulsividad en ciertas áreas. Ayuda a plantear hipótesis sobre las que trabajara psicólogos y terapéutas», comenta Alberto Martínez.
La firma
Muchos se preguntan si cambiar la firma, o simplemente si se «deforma» nuestra caligrafía, puede tener algún significado. Los especialistas aclaran, en primer lugar, que hay que distinguir la firma de la escritura de un texto. La primera «es una pequeña biografía de cómo somos realmente, y en el texto lo que se detecta es cómo nos comportamos frente a quienes nos rodean».
Una vez aclarado esto, concluyen que tampoco existe una letra mejor ni peor a la hora de analizarla. No obstante, «la natural es la más óptima. De hecho, la ideal no es la que se escribe detenidamente y de forma cuidada. Así se enmascara, tiene poco valor. Es un error hacer esto porque el objetivo del análisis grafológico es ver la expresividad del indivudo», añade Manuel J. Moreno.
José BretónEscritura característica de un sujeto cuyo perfil actitudinal está en relación con el control de la emotividad. Gestiona sus emociones ejerciendo autodominio a través de una notable racionalidad. Se advierte frialdad. No está afectado (o no lo manifiesta gráficamente), no muestra signos escriturales de hallarse conmovido, emocionado, pudiendo hablarse por tanto de discrepancia (disonancia cognitiva) entre lo que dice y el cómo lo dice; es decir, entre su lenguaje gráfico gestual, no verbal o grafológico y el discurso manifiesto de su escrito. La doble barra de la «t» puede sugerir un perfil concienzudo respecto a sus acciones, constancia y determinación. No cede a las presiones con facilidad. Su mente procesa información de manera pausada. Precisa planificar, ejercer control en sus actos –margen derecho amplio y regular en el contexto de una escritura de inclinación vertical y aireada–. Sabe manejar los tiempos a su conveniencia.
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