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sábado, 22 de mayo de 2010

 

martes, 4 de mayo de 2010

Crímenes resueltos por la Grafología



rme Badía, principal acusada del caso Permanyer.
  • POLICIAL | Crímenes resueltos por la grafología

  • Delatados por nuestras propias manos


  • Esta técnica fue decisiva en casos como el asesinato de Anna Permanyer
La grafía extremadamente angulosa de un maltratador, la letra redondeada y con diferente presión característica de muchas jóvenes anoréxicas, la fragmentación lineal de la esquizofrenia o, en el caso de los trastornos depresivos, "la escritura descendente, finales caídos, barras de t caídas o ausentes, escritura floja y laxa, sin relieve, empequeñecida y puntuación ausente", son algunas de las máximas generalidades de la grafología, aplicada a la rama forense y psiquiátrica.
La voluntad de explicar esta disciplina corre a cargo de dos reputados grafólogos Francisco Viñals y María Luz Puente, en su nuevo libro'Grafología Criminal' (Herder), que analiza minuciosamente estas alteraciones con ejemplos gráficos y reproduciendo cartas reales, para luego detallar con ejemplos las caligrafías de personajes tristemente célebres, desde Adolf Hitler, pasando por Jack El Destripador, el atracador «El Solitario», y los asesinos Tony King y Carmen Badia, la mujer condenada por matar a la psicóloga barcelonesa Anna Permanyer.
El volumen pasa, caso por caso, de los trazos "flojos y tensos" de una persona bipolar; o la manifestación de un acusado estrés en el llamado "efecto acordeón» de soltura y apretujamiento de la escritura. En nuestro trazo se muestra, incluso, si existen acusados estados de ansiedad que llevan a un conjunto de escritura "entrecortada, agitada con cambios bruscos de dirección, casi siempre inclinada y acentos afilados". Analiza, también, el llamado «temor circunstancial», delatado por «grandes espacios en blanco, bolsas en el margen derecho, lapsos, torsiones, inhibiciones, saltos y temblor".
Prácticamente todas las patologías tienen una correlación caligráfica. Es el caso, por ejemplo, de un pirómano analizado en el libro, cuya firma tachada sobre sí misma refleja "la autoanulación o descontento de su propia personalidad", con algunos ejes superiores sobrealzados que "indicarían la aspiración a llegar a un status; pero la escritura es floja, motivo por el que no hay fuerza de voluntad: se deja llevar por los estímulos, por las tentaciones, y como quiere hacer algo grande, en el sentido negativo lo consigue incendiando los bienes de los demás".
La excitación causada por la cocaína, como otro ejemplo, lleva a "un engrandecimiento del grafismo, una magnificación que muchas veces va acompañada de la necesidad de escribir en mayúsculas», aunque lo más común en los casos generales de drogadicción son «las alteraciones de la presión y los temblores". En sus más de 500 páginas, este nuevo volumen explica que la aplicación de la grafología en la forensia se desarrolló, primero, en los servicios secretos, y actualmente "no hay una sola élite policial que no se sirva de ella", de la misma forma que la utilizan los médicos, "sobre todo, para dictaminar sobre notas suicidas". El objetivo final es, en todo caso, que el juzgador pueda formarse una opinión apoyándose en "el estado psicofísico del analizado".
El estudio de los grafólogos menciona, también, el caso de dos adolescentes que habían desaparecido, y se trataba de averiguar si lo hicieron en contra de su voluntad o por motivación propia. Los investigadores vieron "letras desligadas y con rasgos de presión ascendente" en el caso de un chico, y síntomas de inadaptación en el caso de una chica de 18 años, cuya caligrafía tenía "una inclinación invertida, con algún rasgo sociopático: mezcla de mayúsculas con minúsculas con trazos infantiles". Huyeron por propia voluntad. Centenares de ejemplos con los que nuestras propias manos nos delatan.

El análisis que derivó en condena

El análisis grafológico más decisivo en un juicio celebrado en Barcelona fue el que se realizó en el famoso ‘caso Permanyer’. El asesinato en extrañas circunstancias y sin móvil claro de una psicóloga, Anna Permanyer, llevó a la detención de tres personas, siendo la principal acusada la inquilina de una de sus propiedades, Carme Badía.
Pero cojeaba el móvil del crimen. Como dijeron los investigadores, la acusación se basaba en "muchos indicios, pero sin una prueba concluyente". El jurado basó la culpabilidad de los dos acusados en pocos elementos. Uno era un pelo de uno de los procesados, Joan Sesplugues, en el cadáver. El otro, un contrato de arras: la supuesta venta del piso arrendado de Permanyer a la inquilina, Carme Badía. Cosa extraña, ya que la familia de la víctima juró y perjuró que Anna no quería venderlo.
Pero había algo que chirriaba en las firmas del contrato. Anna Permanyer siempre había sido muy cuidadosa y pulcra en la firma de los documentos oficiales.
El grafólogo Viñals se encargó de analizar la rúbrica, y aportó al jurado un dictamen concluyente: Anna Permanyer firmó de forma muy distinta, de manera "atormentada", incluso en lugares donde no correspondía. Apuntó, inclusive, que esa firma podría haber sido estampada bajo una presión no sólo de su propia mano, sino obligada físicamente por terceros. El jurado les declaró culpables.
En su libro, Viñals va más allá y analiza la letra de la asesina, Carmen Badía. Resalta "la ‘s’ ocultante con guadaña afilada en la zona inferior junto con otros trazos a modo de objeto cortante, barras de ‘t’ y trazos en diagonal ascendente" o "disparos acerados, formas angulosas en trazo inferior, cambios de presión, letras repasadas o congestionadas, que son también reflejo de desviaciones de la fuerza libidinal que tantas veces encontramos en las escrituras criminales".

Artículo extraído de: el mundo.es - Barcelona